Considero que una buena manera de escribir sobre alguien es describir una característica personal que acompañó a esa persona toda la vida.

¿Se puede ser diferente? En realidad sí, pero ser diferente, creerse y sentirse diferente es bastante común. De niños y adolescentes solemos poner apodos a nuestros amigos; así el pelado, el negro, el chino, el petiso, el lungo, el gordo, el flaco, el narigón, el oveja, etc., pero este relato no trata de ninguno de estos o de muchos otros que podría seguir mencionando con algún esfuerzo de memoria. Este escrito se refiere al Colorado. Siempre pensamos que los colorados son diferentes, pero de niños es cuando se nota más, así que de niños no hay otra forma de llamar a un amigo con ese pigmento en su cabellera que haciendo referencia al mismo. Nunca se piensa en cómo se sentirá el Colorado cuando se lo dicen. Sin embargo, creo que con el paso del tiempo se van acostumbrando en forma directamente proporcional a la decoloración que implacablemente impone el paso del tiempo, hasta dejar de serlo y verlo transformado en blanco.

Me crucé, sin estar en Irlanda, con un Colorado, en la adultez. A él me costaba llamarlo por su nombre de pila, y es que así lo conocí y así lo llamaba mi padre con mucho afecto. Lo curioso es que en su documento nacional de identidad decía Ángel, y cuando pienso en el nombre me suena la canción que dice: “… Pintor que pintas iglesias píntame angelitos negros, que también se van al cielo…”. Pero nunca ninguna referencia a los colorados.

Señores, quiero contarles que yo tenía un amigo Ángel que se llamaba Colorado.

In memoriam de Ángel R. Mínguez, Presidente del Círculo Médico de Córdoba (2012-2020), a quien invité a ingresar al CMC y con quien compartí muchos años de trabajo institucional.

Jorge Saiel Álvarez
Presidente del Círculo Médico de Córdoba 2008-2012

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El Colorado

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